Suena el despertador, las 7:00 a.m. Y se despierta, se mira las manos, despacio… Manos duras, curtidas de años de trabajo intenso en las obras… “Otro día más” susurra; como todos los días, café, unas tostadas, el traje, las llaves del 307 y a trabajar.
En general, la vida le sonríe, 30 años, toda la vida por delante, un buen trabajo. No es millonario, pero puede permitirse un capricho de vez en cuando.
Llegar al trabajo, saludar al jefe y compañeros, bata y a trabajar, mil y una muestras, cultivos… Y todos para él, no hay nadie más, ni tiempo para hablar. Uno tras otro los va haciendo despacio, procurando no cometer ningún error.
Salimos del trabajo, cogemos el coche, ducha rápida y se va a tomarse algo “Es viernes” Piensa, y mañana descansa.
Al bar de siempre, un tercio en su mano y unos frutos secos, comentando con el camarero los triunfos del deporte de moda. De repente se abre la puerta, y es ella…
Tú sabes quién es, pero ella no recordará ni tu cara, aunque se para un segundo… ¿La recuerda? Es posible, “es de lo único que me arrepiento, no debí de hacerlo” Una reflexión de alguien que despierta el amor de una mujer, para luego jugar con ella… La mayor cobardía de un hombre es despertar el amor de una mujer sin tener la intención de amarla… Algo que siempre lamentará, pero que no tiene solución… ¿Me acerco y me disculpo? No no, no tengo valor para ni siquiera mirarle a los ojos…
Si yo hubiera, escogido estar con ella… O no provocar que me quisiera… O no haberme presentado esa tarde… ¿Qué sería de mi vida? Sería igual, distinta quizá, millonario, vagabundo… Tantas posibilidades y nunca las sabré…
Ese día marcó un antes y después en su vida, decidió no volver a hacer daño a nadie… No quiere volver a ser uno de esos chicos, uno de tantos… Que juegan con los sentimientos… Podrán jugar mil y una veces con los míos, pero… Aunque cierre puertas y ventanas, no volveré, a ser tan cobarde en mi vida…